jueves, 23 de diciembre de 2010

Por tu fe te Condenarás.

Era necesario escribir este post. Ha llegado la hora, entiendo que la sociedad  está madura para entender lo que supone y lo que ha supuesto todo nuestro entorno espiritual a lo largo de la Historia. Nada es supérfluo, nada pasa por azar ni dura para siempre. La Iglesia Católica tampoco es en esto una excepción.

Las creencias de los hombres están sujetas siempre a variación y, por su misma naturaleza, son cambiantes. Sólo el error y persistir en el mismo es inexcusable. Y no hay peor error que la ignorancia.

La ignorancia en general es condenable, pero especialmente aquella diseñada expresamente para mantener sumisas a las masas  que, siguiendo la palabra incontinente de visionarios desquiciados y de charlatanes oportunistas, han sido condenadas por ella. Multitud de vidas desperdiciadas por el ostracismo y la miopía del ignorante, por la manipulación y la avaricia de los poderosos.

Quiero condenar aquí una máxima nociva de la Iglesia Católica en la que, de manera subrepticia y en detrimento del mensaje que encierra el Cristianismo –de amor al prójimo-  ha servido y sirve todavía para mantener en su rebaño a montones de creyentes equivocados.

Esa máxima a la que hago referencia es la de la Fe como algo imprescindible para  la salvación del alma. La Iglesia Católica considera que la aceptación indiscutida de los dogmas contenidos en el Catecismo es algo imprescindible para la Salvación . “Por tu fe te salvarás” se ha dicho.Pero esto es un craso error, como se puede fácilmente deducir.

Partiendo desde el principio común a todas las religiones, se dice que el ser humano posee un cuerpo material y un alma divina, inmortal. Para algunas religiones somos “hijos de Dios”, para otros ángeles caídos, etc.

En el Cristianismo nuestra alma divina goza de una permisiva yuxtaposición con nuestro cuerpo mortal, pero no ha sido así siempre. Los Cristianos Gnósticos distinguían- entiendo que acertadamente- entre lo material y lo divino, relacionando lo material con lo mortal y por tanto lo corrupto -y los vicios humanos eran eso mismo- y lo divino con el alma humana que es necesario elevar de nuevo para poder  liberarse finalmente de las aflicciones del mundo.

No era necesario un infierno pues el Infierno es ya nuestra propia existencia material. El cuerpo es la prisión de nuestro alma inmortal. Por tanto, todo lo tangible no puede más que perjudicarnos.

El hombre, como ser semidivino, necesita ser salvado. Se encuentra prisionero del mundo y encerrado en un cuerpo mortal.  Angustiado por su perecedera existencia, necesita creer en una salvación del alma. La cuestión es cómo salvarla. La Iglesia Católica ha seguido el sendero más sencillo y cómodo – y a la vez, el más trágico y equivocado de todos: El sendero de la manipulación social, el sendero de la Fe.

La Iglesia ha pedido desde siempre a sus creyentes devotos que no piensen sino que crean. Justificando desde  su inicio los actos de barbarie a librepensadores y  a oposición, acusados de herejía y condenados a muertes horribles. Todo aquel que no sostenía esos dogmas era acusado de hereje y quemado en la hoguera. La perspectiva de una muerte horrible ha privado a muchos de disentir del credo católico. Felizmente esos tiempos han sido superados. Ahora nos encontramos en la Era de la Información, la Era de Internet, gracias al cual todos los hechos históricos, todos los puntos oscuros de la historia cristiana pueden ser iluminados.

No me extenderé en las motivaciones de la Iglesia, todas ellas materiales y por tanto condenables también. Lejos está la excusa de salvar las almas, desde luego no las de aquellos que eran quemados en las hogueras (el credo católico sostenía que iban directamente al Fuego Eterno del Infierno sin posibilidad de redención).

Lo realmente importante de todo esto era que se privaba a las gentes de manifestar sus dudas y disensiones al Dogma Católico. Si se les hubiera permitido, la perfidia no hubiera podido durar tanto tiempo. El fruto maduro hubiera caído por su propio peso mucho antes. No obstante, los últimos extertores de una Iglesia agonizante se han empezado a dar ya, y una era de luz ha de comenzar cuando aquella perezca.

Y es que el alma humana tiene una forma de salvarse, sólo una. Por ello es tan importante que sea conocida y divulgada entre todos. A través del Conocimiento.

Sólo la curiosidad del Hombre como algo innato a todos los seres humanos nos diferencia de los animales de manera radical. Es cierto que algunos animales tienen comportamientos con dosis relativas de curiosidad, no voy a discutir sobre ello, pero es el Hombre el que ha conseguido elevar su categoría de animal a ser semidivino, el que ha obtenido a través de la curiosidad, las respuestas que le han permitido obtener plena conciencia de sí mismo.

En definitiva, la Curiosidad con mayúsculas, es algo inculcado por la Divinidad que nos creó y que ha permitido elevar nuestro conocimiento del plano estrictamente natural al semidivino.  Y es ese conocimiento del que tenemos que hacer uso para distanciarnos de lo material y perecedero, de las pasiones y de los vicios  mortales y elevarnos a un plano Divino e inmortal, un plano de Luz.

Todos debemos hacer uso de las distintas fuentes de Conocimiento que tenemos a nuestra disposición. Conocimiento entendido en el más amplio y completo de los sentidos.  El conocimiento y  la comprensión del mundo que nos rodea, debe ser un deber para nosotros. Y también por supuesto un conocimiento interior: Reflexiones internas sobre lo que está bien y mal [nunca más dejar que gente interesada nos diga lo que es moralmente correcto o rechazable.  Buscando en nuestro interior, todos debemos hallarlo] y sobre nuestro Yo más profundo.

Sólo así un alma podrá ser salvada, a través del conocimiento y de la sana crítica. Los misioneros, inquisidores, clérigos y sacerdotes de  otro tiempo están ya fuera de lugar. Un hombre sólo puede salvarse a sí mismo e iluminar el camino al resto para que otros le sigan, como yo hago ahora.

 No os asusteis por ir al Infierno los que desconfieis de mis palabras, ya estáis en él.

He dicho.

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