Durante estas semanas se ha especulado bastante a cerca de las posibles filtraciones que se desprendían del reactor 3 de Fukushima Daichi. No se conocía la magnitud ni la causa exacta de las mismas, pero a raíz de la exposición de 3 liquidadores de la central a altas dosis de radiación -y su posterior hospitalización- el gobierno japonés se veía obligado a reconocer que las dosis podían ser mucho más altas de lo inicialmente previsto.
Ayer, se hacía público que la contaminación de las aguas marinas en las proximidades de la central alcanzaba ya la escandalosa cifra de 1200 veces superior al límite legal, y dosis de iodo 131 se habían encontrado en esas muestras.
Lo que no ha transcendido tanto es que además de dicho iodo radioactivo, en esas muestras se ha encontrado también otras partículas, esta vez de cobalto y molibdeno que- según Michael Friedlander- antíguo operador técnico de centrales nucleares- se debe a la corrosión normal que soporta una central como Fukushima debida al uso.
Esto parece indicar que las altas dosis de radioactividad que se están liberando a la atmósfera y que amenazan a toda forma de vida alrededor de Fukushima se deben a la antigüedad de la vasija que, al estar corroída por su uso, ya no es capaz de almacenar debidamente el combustible radioactivo.
Dicha central fue fundada en 1971,al igual que Garoña y por tanto, es de suponer que las vasijas de los reactores de Garoña hayan sufrido por el uso un desgaste y una corrosíón similares y por tanto ya no sean aptas para su uso en condiciones de mínima seguridad.
Dicho argumento, supone también un espaldarazo a todos aquellos que abogan por el cierre de las centrales nucleares a medida que se vaya cumpliendo la edad de jubilación de las mismas, esto es, el tiempo de funcionamiento para el cual éstas fueron inicialmente diseñadas.
Ayer, se hacía público que la contaminación de las aguas marinas en las proximidades de la central alcanzaba ya la escandalosa cifra de 1200 veces superior al límite legal, y dosis de iodo 131 se habían encontrado en esas muestras.
Lo que no ha transcendido tanto es que además de dicho iodo radioactivo, en esas muestras se ha encontrado también otras partículas, esta vez de cobalto y molibdeno que- según Michael Friedlander- antíguo operador técnico de centrales nucleares- se debe a la corrosión normal que soporta una central como Fukushima debida al uso.
"Michael Friedlander, a former nuclear power plant operator in the United States, said that the presence of radioactive cobalt and molybdenum in water samples taken from the basement of the turbine building raised the possibility of corrosion as a cause.Both materials typically occur not because of fission, but because of routine corrosion in a reactor and its associated piping over the course of many years of use, he said."
Esto parece indicar que las altas dosis de radioactividad que se están liberando a la atmósfera y que amenazan a toda forma de vida alrededor de Fukushima se deben a la antigüedad de la vasija que, al estar corroída por su uso, ya no es capaz de almacenar debidamente el combustible radioactivo.
Dicha central fue fundada en 1971,al igual que Garoña y por tanto, es de suponer que las vasijas de los reactores de Garoña hayan sufrido por el uso un desgaste y una corrosíón similares y por tanto ya no sean aptas para su uso en condiciones de mínima seguridad.
Dicho argumento, supone también un espaldarazo a todos aquellos que abogan por el cierre de las centrales nucleares a medida que se vaya cumpliendo la edad de jubilación de las mismas, esto es, el tiempo de funcionamiento para el cual éstas fueron inicialmente diseñadas.
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