Hemos visto la sumisión de unos países a planes económicos durísimos, impuestos sin contar con el apoyo popular, que aparecen de la noche a la mañana sin que nadie haya tenido oportunidad de contrastarlos en programa electoral alguno. Unos planes que no obedecen nada más que a las imposiciones de otros estados más fuertes que les pasan por encima, Destinados solamente a asegurar el pago a los bancos acreedores de la deuda soberana aun pasando por encima del estado del bienestar y de la voluntad popular expresada libremente en referéndum. Planes de ajuste que condenan inevitablemente al estancamiento de la crisis como han venido advirtiendo repetidamente muchos y muy prestigiosos economistas independientes tanto de nuestro país como del extranjero. Lo que en otro tiempo se hubiera considerado una injerencia en los asuntos internos de un Estado Libre -y un gran incidente diplomático- hoy es rutina diaria dentro de la Unión Europea.

Todas estas políticas, tomadas aparentemente con el pretexto de calmar a los mercados, provocan curiosamente el efecto contrario al pretendido. El sentido común que todos tenemos debería conducirnos a los ciudadanos a cuestionarlas profundamente. Lejos de ello, una minoría muy importante de votantes (unos diez millones, aproximadamente un 30 % del total) ha dado su apoyo político a un partido que promete endurecer dichas medidas. Un partido con un programa electoral oscuro o cuando menos ambíguo que ha llegado al poder con la única promesa de que "hará lo que tenga que hacer".