El Ser
De todos es sabido que el sector automovilístico español, un sector que representa aproximadamente un 10% de la economía española y alcanza el 26% de nuestras exportaciones, no pasa por su mejor momento. El número de trabajadores que dependen de dicho sector entre empleos directos e indirectos es tan alto, que su caída no es sostenible para la economía española.
De todos es sabido que el sector automovilístico español, un sector que representa aproximadamente un 10% de la economía española y alcanza el 26% de nuestras exportaciones, no pasa por su mejor momento. El número de trabajadores que dependen de dicho sector entre empleos directos e indirectos es tan alto, que su caída no es sostenible para la economía española.
Se puede decir que esto es una verdad evidente y, sin embargo, ninguna política que nuestros gobiernos estatal o autonómicos implementen parece asegurar una larga vida a un sector tan importante en nuestra economía.
Dichas políticas se limitan a otorgar subvenciones a las empresas de automoción, facilitarles la financiación a costa del Erario Público (vía aplazamientos en sus obligaciones fiscales), o incluso hacerse cargo de los salarios de los empleados en épocas de caídas en la demanda (a través de EREs de suspensión o extinción aprobados a las mismas).
Su vida en nuestro país ha ido estrechamente relacionada con la burbuja inmobiliaria que estalló en 2008 y como no podía ser de otra manera la venta de vehículos se resintió de manera inevitable. Marcas destacadas del sector automovilístico tienen plantas establecidas en nuestro país:Citroën (Galicia), Nissan y Seat (Cataluña), Volkswagen (Navarra), Peugeot (Madrid), General Motors (Aragón), Ford (Valencia), Santana (Andalucía) y Renault (Castilla y León). Dichas factorías realizan principalmente coches de gama media-baja y todas, sin excepción, son filiales de grupos automovilísticos extranjeros cuyos beneficios no tributan en nuestro país sino en los de dichos grupos empresariales.
Por otra parte, las consecuencias que tres años de crisis y una amenaza latente de quiebra del Estado han tenido para el sector del automóvil son dramáticas. De todos es sabido que cuando los ingresos de las familias caen los primeros bienes de los que prescinden son aquellos más superfluos. En consecuencia, cada vez menos gente decide estrenar coche nuevo.Por si esto fuera poco, además del desplome de la demanda interna, las subidas del IVA y del carburante han propiciado que se agudice más aún la caída de ventas en el sector.
Paralelamente, los jóvenes más preparados de nuestro país, ingenieros, arquitectos, informáticos, están abandonando España por la falta de oportunidades. Que Alemania, el país más potente en el sector automovilístico europeo sea su principal país de acogida no es ninguna casualidad. Con ellos se va el futuro económico de España y su marcha nos condena a ser un país subdesarrollado en un horizonte próximo. Estamos hablando de jóvenes sobradamente preparados que han sido formados gracias al esfuerzo colectivo de todo el estado español a través de su educación básica y de su formación universitaria.
Bajo la coyuntura económica actual y, con una crisis que amenaza prolongarse en el tiempo durante al menos varios años, una perspectiva de recortes de plantillas y cierre de factorías se antoja inevitable para los próximos años y aún meses. Sin embargo, no es cierto que no existan maneras de atajar a tiempo dicho problema.Los activos con los que nuestro Estado cuenta deberían llevar a nuestros gobiernos a una mayor audacia económica y tomar la iniciativa y no limitarse a esperar que se cumplan los peores augurios de cierre.
Las factorías españolas gozan de una mano de obra bien formada y experta gracias a una experiencia adquirida a lo largo de muchos años e incluso décadas, tenemos también la capacidad productiva siempre que contemos con dichas factorías y nuestros ingenieros están sobradamente preparados para realizar innovaciones en el sector.
En mi opinión, el Estado debería adelantarse a una previsible situación de clausura de plantas de la automoción:
- Cabría en primer lugar seleccionar a unos cuantos de nuestros mejores ingenieros e instarles a desarrollar y patentar bajo el paraguas de una sociedad estatal prototipos automovilísticos que sean viables desde las distintas factorías españolas. Sería recomendable que se apostase por vehículos híbridos o incluso por las energías alternativas para una mayor competitividad en el mercado internacional.
- Una vez que los primeros cierres se produzcan, el Estado debe estar preparado para nacionalizar las plantas de automoción afectadas y evitar que se deslocalice la maquinaria industrial (herramienta imprescindible para garantizar la productividad y con ella la viabilidad del proyecto).
- Con dichas plantas en manos de la sociedad automovilística estatal y los medios y tecnología española preparados, la puesta en marcha y comercialización de los nuevos prototipos sería sólo cuestión de unos pocos meses.
Dicho plan, a mi entender, sólo tendría consecuencias positivas para nuestra economía ya que:
- Conseguiríamos una empresa potente española capaz de competir con las multinacionales extranjeras cuyos beneficios tributarían íntegramente en nuestro país.
- El resto de plantas que quedaran en España, se pensarían dos veces la amenaza de cierre ya que ésta en última instancia supondría la cesión de sus plantas a la competencia.
La estabilidad del empleo, el equilibrio de nuestra balanza económica y, en definitiva, el interés general de España, justifican sobradamente dicha política intervencionista del Estado en el sector automovilístico. La oportunidad está ahí, sólo hay que tener la voluntad y determinación política suficiente para llevarla a cabo.
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